Nacemos en un cuento de hadas al que ningún cuento de hadas infantil hace justicia, pero gradualmente nos acostumbramos tanto a todo lo que hay aquí que llegamos a tomar la totalidad de la existencia como obvia. Tal vez ni siquiera descubrimos que tras los barrotes de la nueva cuna que compramos en IKEA ocurre algo mágico. Allí, en ese espacio rodeado de barrotes, se forma al mundo.
Porque el mundo nunca envejece. Somos nosotros quienes nos hacemos viejos.
El niño acaba de llegar a este grandioso cuento de hadas e insiste una y otra vez que nos hemos distanciado de él por el simple hecho de denominarlo "realidad".
"Mami, ¿por qué titilan las estrellas?". "¿Cómo vuelan los pájaros?". "¿Por qué tiene el elefante una trompa tan larga?".
"Bueno, no tengo idea. Y ahora debes irte a dormir, Charlotte, o mami se va enojar mucho".
Paradójicamente, el niño pierde esta vibrante sensación de estar vivo justo en el momento en que aprende a hablar. Es por ello que el niño necesita un equipo de defensa expresiva. Es por ello que el niño necesita libros. Es por ello que los adultos también necesitamos libros para niños. Ellos nos ayudan a conservar una experiencia pasada que de otro modo perderíamos.
www.imaginaria.com.ar/10/6/gaarder.htm]
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