Las xanas son un mito indoeuropeo, extendido por toda la Europa atlántica (hadas, dones d'aigua, etc); espíritus de la Naturaleza con forma de mujer, viven generalmente cerca de los ríos y fuentes.
Son mujeres de corta estatura. De belleza sobrenatural, se las puede ver en los márgenes de los ríos peinando con peines de oro su rubio y largo cabello y vistiendo largas túnicas blancas o tules casi transparentes.
Sin embargo las xanas, a pesar de su parecido con las ninfas de la mitología clásica o con las hadas, presentan una serie de peculiaridades que las hacen diferentes: por ejemplo, la mayor parte de su tiempo la dedican al canto y a peinar sus sinuosas cabelleras; sin embargo también realizan otras tareas, como cuidar del ganado y de sus propios hijos.
Una de sus mayores obsesiones es la de cambiar a sus "xaninos" por bebés humanos, aprovechando el descuido de las madres cuando bajan al río a lavar la ropa. Resulta curioso que la prole de estos bellos seres resulte tan enfermiza que intenten conseguir bebés humanos, debiéndose esto quizá, según algunos estudiosos, a que se trata de una raza en vías de extinción.
Unas de las cosas que hacían sospechar a las madres humanas era que la criatura languidecía a ojos vista y la piel se volvía cada vez más oscura, además de observar con estupor que el usurpador poseía una dentición completa, a pesar de contar con pocos meses de edad.
Son corrientes en el folclore de Asturias (región del norte de España) los cuentos que relatan estos sucesos, como el de aquel "xanin" que al ver los pucheros en el llar (fuego de la cocina), exclama asombrado: "Mis ciento veinte años cumplí, y nunca tantos pucheros en la lumbre vi"; y al darse cuenta del cambio, vuelve la madre al río para obligar a la xana a devolverle a su verdadero hijo, lo cual ella acaba haciendo, pero malhumorada y a regañadientes.
Es creencia firme también que en la noche mágica por excelencia, la Noche de San Juan, el 24 de Junio, las xanas se hacen visibles para quien las quiera contemplar con sólo acudir a los sitios en que habitan como fuentes, lagos y ríos. Aquellos que quieran acometer tal hazaña, encontrarán a la xana sentada en una roca, cantando y portando una madeja de hilo de oro, que entregará al humano que se la pida, prometiendo a la vez desposorio y magníficos tesoros para aquel que consiga deshilar la madeja sin cortar el hilo. Pero si el hilo se rompiera, se castigará al humano de una manera cruel que acabará en su muerte, atrayéndole hasta el fondo de las aguas.
Las ayalgas son una variante de las xanas, pero se diferencian primordialmente en que se trata de seres humanos. Son hermosas doncellas que son llevadas al mundo de los elementales por poseer alguna cualidad extraña a nuestro entendimiento. Generalmente su misión es la de ejercer de guardianas de los tesoros de las grutas.
Estas jóvenes sienten al principio una gran tristeza por no estar con los suyos y la expresan cantando bellas y enigmáticas canciones en la entrada de las cuevas; este canto atraia a los pastores y viajeros que pasaban por las cercanías, y si la ayalga aún tenía algo de su naturaleza humana, les avisaba de los peligros de despertar al cuélebre (mítica serpiente del folklore de Asturias) que dormitaba en el interior.
Aún hoy se recuerdan historias de encuentros de pastores con estos seres, en los que la dama enamoraba y explicaba al visitante como conseguir los valiosos tesoros del interior de la cueva; una vez logrado regresaban al pueblo y la ayalga se casaba con el hombre mortal y perdía todos los poderes que los espíritus de la Naturaleza le habían otorgado, como su bella voz y el entendimiento del lenguaje de animales y plantas; a su vez, olvidaba para siempre sus recuerdos de convivencia en el reino de las hadas. Sin embargo esto no sucedía siempre, y el paso del tiempo diluía su naturaleza humana, convirtiéndose finalmente en un ser inmortal.
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